Desafíos para las políticas docentes en Chile
Durante el año 2020, los sistemas educativos de todo el mundo vieron fuertemente tensionados. La crisis provocada por el COVID-19 obligó a movilizar al máximo las capacidades humanas y pedagógicas de instituciones escolares y de educación superior (BID, 2020; CEPAL-UNESCO, 2020; OECD, 2020). En este complejo escenario, surge la imperiosa necesidad de buscar mecanismos para apoyar la labor de los docentes, quienes han debido enfrentar numerosos y complejos desafíos respecto a sus prácticas. En Chile, la situación tanto de quienes estudian pedagogía, como de quienes se encuentran en ejercicio profesional, es compleja en la actualidad. De acuerdo a cifras del observatorio de formación docente de la Universidad de Chile, la matrícula de primer año de pedagogía entre los años 2015 a 2020 disminuyó de 16.670 a 10.277 estudiantes. Con respecto a la deserción, si bien la cifra ha disminuido en los últimos años (de un 39,5% a un 18% entre 2015 y 2019), en mi opinión no deja de ser una cifra preocupante. Por otro lado, en un estudio de elige educar publicado recientemente, se afirma que para el año 2025, se proyecta un déficit de 26.273 docentes idóneos, es decir, aquel que cuenta con el título de profesor y se formó en la especialidad que imparte. Esta situación afectaría principalmente a las asignaturas de Educación Tecnológica, Filosofía y Religión, Historia y Geografía, Biología, Química y Física). Y para el año 2030, se estima que el déficit podría alcanzar los 33.468 docentes. Ante el escenario anteriormente descrito ¿Cómo enfrentar esta situación? ¿Cómo desde la política se pueden generar mecanismos tendientes a reducir la deserción de los docentes? En mi opinión una forma concreta de hacerlo es potenciando las condiciones del ejercicio profesional de los profesores. Para este propósito debieran desarrollarse tres aspectos: En primer término, es necesario fortalecer la formación continua de los maestros. Esto está descrito en la ley 20.903 -de carrera docente- donde se releva el concepto de formación local, concepto que se refiere al desarrollo profesional docente que ocurre en la escuela o liceo, a través de la implementación de estrategias de trabajo colaborativo y/o de retroalimentación de prácticas pedagógicas. En segundo término, avanzar en la entrega de estímulos simbólicos, como espacios para socializar buenas prácticas o reconocimientos a nivel regional o nacional. Y por último, fomentar instancias de trabajo colaborativo entre establecimientos, con el propósito de aprender de las buenas prácticas de otros maestros. Como se observa, aunar esfuerzos para apoyar a nuestros docentes en un contexto incierto como el actual, es una ingente necesidad.
Armando Rojas
Asesor Educativo
Educación 360°.